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Adela Velarde Pérez: la mujer, la enfermera, el mito llamado “La Adelita”

  • Foto del escritor: Adelita
    Adelita
  • 16 jul
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 6 sept

ADELITA
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Adela Velarde Pérez, mejor conocida como La Adelita, es una figura emblemática de la Revolución Mexicana y una de las pocas mujeres cuyo nombre ha logrado trascender generaciones y fronteras. Nació el 8 de septiembre de 1900 (aunque en algunos registros aparece como 1899) en Ciudad Juárez, Chihuahua, en el seno de una familia acomodada y reconocida: hija del abogado Rafael Velarde y de María de Jesús Pérez Samaniego, llamada Jesusa.


Aunque fue bautizada como Adelaida, su nombre aparece como Adela en todos los documentos oficiales conocidos. Desde muy joven mostró un carácter decidido y una gran inquietud por el ámbito de la medicina. A los 13 años, motivada por un fuerte impulso patriótico y humanitario, abandonó su hogar sin el consentimiento de sus padres para unirse a la Revolución. Un año después, ya formaba parte de la Cruz Blanca Constitucionalista, organización fundada por Leonor Villegas de Magnón —activista y periodista feminista— dedicada a asistir a los heridos en el frente. Adela se especializó en cuidar a los moribundos, aquellos que, en medio del caos bélico, requerían no solo atención médica sino consuelo humano.


El sargento, el amor y el corrido

En ese contexto conoce a quien sería el gran amor de su vida: el sargento Antonio Gil del Río Armenta, originario del pueblo de Plateros, Zacatecas. Alto, delgado, de ojos azules y carácter alegre —según los recuerdos de la propia Adela—, Antonio era un joven soldado que, con el tiempo, se volvió inseparable de ella. También fue el autor del famoso corrido “La Adelita”, pieza musical que se ha convertido en uno de los himnos más representativos de la Revolución Mexicana y que ha sido cantada más allá de las fronteras del país.


El romance terminó trágicamente durante la batalla de Gómez Palacio, Durango, entre el 22 y el 26 de marzo de 1914. En medio del fuego cruzado, un coronel pidió agua. Antonio tomó la cantimplora de Adela y cruzó el campo de batalla para entregarla… solo para ser acribillado por las balas enemigas. Aquel acto heroico e íntimo marcó profundamente la vida de Adela. Tras su muerte, pronunció una frase que aún hoy resuena como testimonio del desencanto: “han hecho de la Revolución algo horrible”. Fue el final de su participación activa en la causa.


El mito y la memoria

El corrido de La Adelita convirtió su historia personal en un símbolo colectivo. El nombre Adelita se volvió sinónimo de todas las mujeres que participaron en la Revolución, sin distinguir entre enfermeras, soldaderas, espías o cocineras. En ese proceso, se diluyó la identidad original de Adela Velarde, quien nunca fue una combatiente armada, sino una enfermera valiente en las líneas más vulnerables del conflicto.


Otros corridos, como La Valentina, también ayudaron a visibilizar la participación femenina. Sin embargo, pocos lograron la difusión y permanencia cultural de La Adelita, pieza que ha sido reinterpretada en múltiples contextos de lucha, resistencia e identidad.


Entre el reconocimiento y el olvido

Después de la Revolución, Adela se trasladó a la Ciudad de México, donde trabajó desde 1929 como mecanógrafa en la administración de Correos de México. Tardíamente, fue reconocida por su papel en la Revolución: el 22 de febrero de 1941 fue oficialmente nombrada Veterana de la Revolución por la Secretaría de la Defensa Nacional. Posteriormente, en 1958 fue acreditada como miembro de la Sociedad Mexicana de Estudios Militares y, en 1962, ingresó a la Legión de Honor Mexicana.


Sin embargo, el reconocimiento institucional no vino acompañado de estabilidad económica ni de seguridad social. Murió el 4 de septiembre de 1971 en la Ciudad de México. Hoy descansa en una modesta tumba del Panteón Civil de Dolores, lejos de los grandes monumentos nacionales.


El coronel, la familia y el legado

Uno de los personajes recurrentes en la historia de Adela es el coronel Alfredo Villegas, nacido en 1890. Conoció a Adela cuando él tenía 24 años y ella apenas 14. Si bien en ese momento ella estaba enamorada de Antonio, décadas más tarde —ya viudo y retirado en Del Río, Texas—, el coronel Villegas la buscó nuevamente. A través del teniente coronel Arnulfo L. Torres, logró reencontrarse con ella, y Adela terminó conviviendo con los hijos y nietos del coronel, quienes la recordaron como una abuela amorosa.


Gracias a esta familia, se han podido recuperar documentos, testimonios y objetos personales de Adela Velarde, materiales que hoy forman la base de un proyecto museográfico en desarrollo. La recopilación de estos archivos ha sido posible gracias a las memorias orales de sus nietastros —Velma, Judy, Alfredo III y Óscar— quienes convivieron con ella y han sido parte activa en la reivindicación de su figura.


Epílogo

La vida de Adela Velarde Pérez es el retrato de una joven que desafió las expectativas de su tiempo, que cruzó los límites de su clase social para atender a los más necesitados en los peores escenarios de guerra. Su historia —más allá del corrido y del mito— es la de una mujer real: valiente, apasionada, y a menudo olvidada por la historia oficial. Recuperarla es un acto de justicia histórica y un tributo a todas las mujeres cuyas voces siguen esperando ser escuchadas.

 
 
 

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